martes, 20 de noviembre de 2012

El monje que quería ir a Tierra Santa








SE CUENTA EN LAS CRÓNICAS DE LOS JERÓNIMOS QUE UN  MONJE SINTIÓ EL AFÁN DE IR PEREGRINANDO A TIERRA SANTA Y FUE A SU SUPERIOR A PEDIR EL PERMISO.



DESPUÉS DE UNA AMISTOSA CONVERSACIÓN Y DE COMÚN ACUERDO, EL PADRE PRIOR LA ACONSEJÓ QUE HICIERA LA PEREGRINACIÓN EN ESPÍRITU, COSA MUCHO MÁS ACOMODADA A SU PROFESIÓN Y HASTA LE DIO LICENCIA PARA QUE DURANTE UN AÑO OBRARA COMO SI ESTUVIERA AUSENTE DEL MONASTERIO.



Y EN EFECTO AQUEL BUEN MONJE, QUE ERA, A NO DUDARLO, UN GRAN CONTEMPLATIVO, SE SUMERGIÓ EN LA ORACIÓN, SE DEJÓ LLEVAR POR EL ESPÍRITU DE DIOS QUE LE GUIABA Y SUS HERMANOS EN RELIGIÓN LE VIERON VIVIR DURANTE ESE AÑO COMO SI REALMENTE ESTUVIERA PEREGRINANDO EN TIERRA SANTA, RECORRIENDO LOS SANTOS LUGARES, LLORANDO SOBRE ELLOS, BESANDO LAS HUELLAS DE JESUCRISTO EN LA TIERRA, ENAJENADO DE CUANTO LE RODEABA.


martes, 13 de noviembre de 2012

ORACIÓN Y VIDA: Pensamientos


Según Ignacio Larrañaga

 


1. El objetivo final de toda oración, es la transfiguración del orante: la figura del hombre, del hombre viejo, tiene que eclipsarse ante el resplandor de la figura de Jesús.



2. De lo que tratamos bastaría que quedara una pregunta: ¿Qué haría Jesús en mi lugar? Aplicar todo a mi vida: sentimientos, actitudes, reacciones, etc. de Jesús.

3. Se oye una calumnia: actividad orante es igual a la actividad alienante. Es cierto, en embargo, en el sentido que muchas personas rezan pero no cambian.



4. En un tiempo orar equivalía a encerrarse en sí mismo buscando por encima de todo la serenidad de la mente y la satisfacción emocional, olvidándose de la conversión y de los problemas del mundo.

5. La auténtica oración aterriza en compromiso de vida. La oración es, de alguna manera, fruto y expresión de amor, y el amor tiene dos vertientes: amor a Dios y amor al prójimo



6. El profeta Ezequiel asegura que nuestro Dios encamina a los hombres a la soledad del desierto “para litigar con ellos cara a cara” y hacerlos pasar, uno a uno, bajo el cayado. Nunca deja en paz al hombre aunque siempre le deja la paz.

7. Jamás vi en m vida a un hombre que, nadando en riquezas, salud y prestigio, se entregara incondicionalmente a la acción de Dios.



8. He observado lo contrario: hombres y mujeres regresando rendidos a la casa del Padre tras haber experimentado situaciones límites de enfermedades graves, colapsos financieros y fracasos.



9. El Padre permite que el hombre aparezca derrotado, en ruinas…para que así desnudo e impotente, se convierta en materia maleable. Aquí extiende la mano al hombre y lo levanta hasta las cimas más encumbradas. Es la pedagogía divina.

10. El encuentro con Dios, cuando es profundo, es eminentemente transformante. Dios asume y consuma el “yo” egocéntrico y obliga al hombre a internarse en los anchos espacios del amor.



11. Ese “yo” entre comillas, resulta ser una loca quimera, una mentira. En suma, un ídolo. Vive entre delirios de grandeza. Cuando cree que ama, en realidad se ama. Cuanto más tiene, cree ser más “señor” cuando en realidad es más esclavo.



12. Por las locuras de grandeza, el hombre se castiga a sí mismo con envidias, rivalidades y temores. Es la causa de hermanos contra hermanos.

13. El deseo de ser “adorado” engendra el temor de no ser adorado. La mitad de su vida el hombre lucha y sufre por conquistar una imagen y otra mitad vive aterrorizada de perder esa imagen.



14. En resumen: el hombre es esclavo de sí mismo. Debe reemplazar el dios “yo” por el Dios verdadero. Sustituir el “yo” por el “Tú”.



15. La salvación consiste en que Dios sea mi Dios. Para esa es necesario despojar el corazón de todos los dioses, de todas las manías de grandeza.



16. Por el sendero de los “nadas”, dice San Juan de la Cruz, subiremos a la cumbre del Todo: al pobre que está desnudo, lo vestirán, y al alma que se desnudare de sus apetitos, quereres y no quereres lo vestirá Dios de su pureza, gusto y voluntad.



17. Ante el resplandor del Rostro de Dios, el “yo” se desvanece y desaparece igual que las estrellas se eclipsan ante el resplandor del sol.

18. Una viva experiencia de Dios resquebraja el núcleo central del “yo” que se desmorona y los círculos egocéntricos pierden su órbita y su centro; con lo que las máscaras y ropajes se las lleva el viento y el hijo, adquirida la libertad y la sabiduría, emprende el glorioso camino del Amor.



19. En resumen: no podemos amar a los demás si somos el centro exclusivo de nosotros mismos. No podemos preocuparnos de los demás si sólo nos preocupamos de nosotros mismos.

20. A veces hablamos de vida de oración y otras de vida con Dios; en embargo la vida con Dios encierra contornos mucho más vastos y complejos que la expresión vida de oración.



21. Vida con Dios implica compromisos concretos y exigentes en un largo proceso de transfiguración, proceso en el que el orante va muriendo lentamente a aquellos rasgos negativos de personalidad que se oponen al espíritu del Señor.



22. Todo el proceso de santificación consiste en retirarme yo de mis propios territorios para que los ocupe el Señor…Nunca llegaremos a ser humildes y pacientes como Jesús, pero podemos estar haciendo actos de paciencia y humildad como Jesús aunque en medio de constantes recaídas.

23. La vida entera deberá ser una Pascua, un eterno estar pasando de una orilla a la otra del río, es un proceso nunca acabado de irnos despojando del hombre viejo…



24. No nos hagamos ilusiones porque las ilusiones acaban siempre en desilusiones. No existe nada total: no existe conversión total, madurez total, equilibrio total…

25. Nuestra vida es un caminar en medio de muchos retrocesos, contra marchas, caídas y recaídas, y sin asustarse por ello. Las caídas no tienen importancia. Lo importante es levantarse después de cada caída y partir de nuevo.



26. Nunca se ha visto que un bebé, cuando comienza a andar, se suelte de los brazos de la madre y se lance a correr como un corderito. Después de muchísimos ejercicios que le hace su madre, lo suelta y el niño da un paso y diez caídas. Después de mucho tiempo se equilibran sus pasos y caídas. En la vida todo es lento y evolutivo.



27. En la vida hay que tener una comprensión inagotable primero consigo mismo. ¿Entristecerse? De nada. Pacientemente volver a hacer acatos de abandono. Jesús tuvo que repetir una y otra vez las palabras de abandono allá en la noche de Getsemaní, en la Hora de la redención.



28. A veces se pasa en silencio ante una grosería de familia, después de una buena oración matutina. Y a la tarde de ese mismo día, por una palabrita de otro, estalla una reacción desproporcionada. Somos así. No existe nada que sea total.



29. El camino de la santidad está jalonada de recaídas y fracasos. ¿Entristecernos por esto? De ninguna manera. Simplemente aceptar con paz, y de entrada, que la realidad es así, y después de cada recaída, partir de nuevo en alas de la esperanza.



30. ¡CAMBIAR? No se puede cambiar. Los códigos genéticos acompañan a la persona desde que nace hasta que muere. No se puede cambiar, se puede mejorar.



31. Se cuenta que tal persona que era insoportable, después de un grupo de oración, cambió totalmente. Fue una verdadera conversión. Pero si después de un tiempo abandona todo trato con Dios en la oración y los sacramentos, veremos como vuelve a ser la de antes…



32. Por experiencia sabemos que si uno abandona el trato con Dios y su vida cristiana, vuelve a su mala vida: amor propio, orgullo, impaciente, agresivo, nervioso…



33. Si Jesús está en nuestra vida, habrá un cambio, una transformación, es un morir y un nacer de nuevo. Morir a mí para vivir “a” Jesús, sirviendo a los demás.



34. TALLERES DE ORACIÓN – Que se llama “desierto” al hecho de retirarse en soledad y silencio o para “estar con” el Señor un mínimo de 4 horas, generalmente en el seno de la naturaleza, o en un cuarto, o en una capilla o en cualquier lugar solitario.



35. Ese Jesús con quien he tratado, baja conmigo a la lucha de la vida. Con Él a mi derecha las dificultades se asumen con facilidad, las ofensas se perdonan sin dificultad, las repugnancias se aceptan con naturalidad, la amargura se transforma en dulzura, la irritabilidad en mansedumbre. Crece el amor, aumentan las ganas de estar con Él.



36. Lo mejor es que Jesús resucitado alumbra con su resplandor el mundo desconocido del inconsciente. Lo más importante de nosotros es la desconocido de nosotros.



37. Hacemos lo que no queremos porque desde esas galerías inaccesibles y oscuras del inconsciente emergen los impulsos desconocidos que nos asaltan y dominan.



38. Siempre he pensado que el gran desafío de Jesucristo como redentor del mundo es cómo llegará a redimir el inconsciente del hombre.



39. En la oración de profundidad Jesús tiene que llegar a esos abismos, iluminar y revestir con su presencia aquellos impulsos originales y salvajes a fin de que, cuando salgan al campo del comportamiento, lo hagan según el estilo de Jesús.



40. Esa llaga abierta hay que cicatrizarla: puede ser un rencor viejo, una frustración profunda…en cada momento de intimidad el orante siente que Jesús, con su mano de médico divino, va curando esa herida. Todos los días son miles los que Cristo cura y sana.



41. Hay gentes que no viven sino que agonizan bajo la nube de temores, ansiedades, miedos irracionales, inseguridad y muchas cosas que no saben de donde vienen ni a donde le llevan.



42. El que ora de verdad va sintiendo poco a poco que el viento de Jesús va arrastrando esa nube cargada hasta que, finalmente brilla un cielo azul sobre el alma.



43. En los Talleres de Oración y Vida todo el programa lo reducimos a una simple pregunta: ¿qué haría Jesús en mi lugar?. Quedémonos con esta inquietud.



44. ¿Cómo miraría Jesús a esta persona tan antipática?. Voy a pensar en adelante que yo ya no soy yo; yo “soy” Jesús; y voy a tratar de mirar con los ojos de Jesús, con esa mirada del corazón más dulce y amoroso y tal persona se vuelve a mis ojos un encanto de persona.



45. Si Jesús estuviera en mi lugar, ¿cómo respondería a estas palabras tan groseras que me dicen? Jesús no conoce de amor propio, su reacción es siempre de amor.



46. En cualquier dificultad me voy a presentar como Jesús, con un semblante interior y exterior de paz. Sin abrir la boca les estaré gritando que Jesucristo vive.



47. El mejor programa de santificación cristificante: sentir como Jesús sentía, pensar como Jesús pensaba, hablar como Jesús hablaba, amar como Jesús amaba, pisando siempre sus pisadas.

martes, 6 de noviembre de 2012

Carta desde el monasterio



Saint Pierre du Pont
16 de Diciembre 1997

Muy estimado Padre Antonio: Ha pasado un año desde que ingresé en este monasterio, ahora rompo mi silencio  con esta carta.  Son las ocho de la noche, pronto deberé de ir a la cama, ya que la campana y el hermano despertador nos levantarán a las tres de la mañana.  Durante este domingo he estado pensando como mi vida ha ido caminando, sólo Dios sabe el porqué de tantos interrogantes, pero lo cierto es que el tiempo aquí es diferente, en el mundo  nunca se detiene y  sin embargo, en el monasterio se suspende en una especie de no tiempo, donde todo es presente.

                Padre Antonio sólo se me permite tres cartas anuales. Escribí a mis padres y también tengo ilusión de hacerlo estas navidades, ahora el maestro de novicios me ha dado permiso para escribirle y lo hago antes de que llegue el adviento.

                La vida monástica es más suave desde dentro que desde fuera, pero sobre todo es austera. Paso casi todo el día en soledad, en una celda en la ladera de una montaña,  que esta formada por tres habitáculos: El Ave María, que es donde se come, se trabaja y se realiza la  Lectio Divina. El dormitorio donde se encuentra una dura tabla que hace de cama, con dos mantas, y una gran cruz sobre la pared de madera. Y por último el oratorio, donde sólo hay  dos iconos de la Madre de Dios y de Jesucristo.  También la celda posee un pequeño jardín.

                Aquí, entre esas paredes he pasado casi todo este año. El silencio, que a veces es aterrador se convierte en murmullo suave que me conduce a la  fuente escondida que mana y corre, como diría San Juan de la Cruz.  No puedo leer por obediencia más que el evangelio, y me paso días enteros rumiando sus palabras. A veces una sola frase me sirve de alimento para una semana. La repito con el corazón, en silencio, y como lluvia fina me va humedeciendo mi alma. Otras veces suelo escribirla y la pongo el oratorio en la pared, para mi mis ojos también participen cuando el corazón y los labios se silencian.

                Don Antonio, en la vida contemplativa  no se atisba el fruto de nuestra entrega y oración, pero creo que es ahí donde  reside su fecundidad escondida. Sólo salimos de la celda dos veces: por la madrugada para el rezo de maitines, laudes y la Santa Misa y por la tarde para la oración de vísperas. El otro día cuando me dirigía a la Capilla para participar de la oración vespertina, por el camino oí un ruido extraño, paré mis pasos, y no vi nada, permanecí sin moverme unos segundos, y de pronto de tras de unas hojas secas apareció un hermoso pajarillo de colores que se escondía al oír mis pasos, entonces pensé que al igual que el pajarillo que se esconde, ahí está el misterio de esta vida.      
              Esconderse  a los ojos del mundo, para vivir solo para Dios. En el misterio de no ser nada, de abrazar la cruz, con la esperanza de que nuestra pobre existencia será transformada. Muchas veces pienso que aunque  a oscuras participamos ya de la vida del cielo.

                Don Antonio, siempre tengo presente sus enseñanzas, pasar desapercibido, escoger siempre lo más humilde y lo que nadie quiere, estar siempre en el último lugar. No quejarme nunca de nada y todo por amor a Cristo. A veces me cuesta mucho, por mis propias fuerzas es imposible y le pido a Dios ayuda. Desde mi niñez padezco de muchos dolores de cabeza. Cuando me llega el dolor sonrío incluso cuando estoy en la Iglesia delante de Jesús Eucaristía. No quiero que ni Él se dé cuenta.

               Hay muchas cosas que no entiendo de la vida del monasterio, todos los monjes son franceses excepto un americano  de Nueva York, Intento guardarlo todo en mi corazón ofrecérselo a la Virgen. Estoy descubriendo la oración de Jesús, que la uno  la lectio del evangelio. A veces, me parece que cuando duermo mi corazón invoca el Santo Nombre de Jesús como sacramento. Me siento sumergido como en un baluarte, todo se convierte en oración la vigilia y el sueño, no tengo palabras para explicarme. Tengo que luchar contra los pensamientos, que a veces me perturban, si me dejo guiar por ellos me hieren… Tres veces al día realizo el examen de conciencia, por la mañana; le expongo a Jesús mis faltas y mis pecados y le pido que me ayude a luchar contra ellos. Al medio día le pido perdón si lo he herido con mis pecados o mis faltas contra la disciplina monástica, intento hacer alguna penitencia y por la tarde como  un niño en los brazos de su padre le doy gracias por  toda su ternura hacia mí y le vuelvo a pedir misericordia por mis pecados.  


             Mis pensamientos debo comunicarlos al maestro de novicios, es una manera de despropiarme de mi vida y ser más pequeño.

            El otro día, al final de la jornada, cuando la oscuridad se hace presente y sólo se ilumina la imagen de la Virgen. El canto de la salve de los monjes se elevaba y convertía en plegaria. Había tanta paz, tanto silencio… Mi corazón miraba a María… estaba dichoso y feliz como nunca había sentido la felicidad en esta tierra. Todo es gracia.  

           Bueno Don Antonio: Usted siempre quiso que fuera sacerdote pero dentro de mí corazón una voz me llama a seguir esta vida oculta y orante. Encomiéndeme cada vez que celebre la eucaristía para que nunca anteponga nada al Amor de Cristo.

                Atentamente. José María